En mi casa,
suceden cosas: se escuchan ruidos, se mueven cosas, hasta sentí que me rozaban
cuando estaba en mi cama tranquilo. Un día estaba en mi casa a la noche,
tranquilo, tomando un café con leche con mi vestimenta de entrecasa, cuando de
repente escucho que apluden a mi puerta; dejé de hacer lo que estaba haciendo
para ver quién era el que llamaba. Abro la puerta y no había nadie, me vino al
cuerpo una sensación de miedo, no sabría cómo llamarlo. Después de eso, volví a
hacer lo mismo que estaba haciendo y me puse a leer un libro para calmar mi
cabeza.
Pasaron unos
días, vuelvió a pasar lo mismo. Yo con miedo, no tenía ni ganas de dormir, de
estar en mi casa… Cuando cerré la puerta miré hacia atrás y vi una figura
extraña, como la de una nena, pero endemoniada, como con extensiones en su
cuerpo, que me causó mucho horror, y desapareció rápido, justo la alcancé a
ver. Ahí es cuando llamé a mamá para que viniera y me acompañara unos días en
casa, porque no era lindo estar sólo.
Los días que se
hospedó mi madre en casa no pasaba absolutamente nada, según ella; pero yo
seguía escuchando ruidos, veía que se movían cosas, como de costumbre. Ella se fue
prontamente, feliz de verme y triste al despedirse, le cierro la puerta como
sabiendo, miro atrás y estaba de nuevo la niña que había visto anteriormente,
pero esta vez se quedó ahí, no desapareció como las veces anteriores. Estaba
parada, mirándome fijamente, cuando me quiero acercar para hablarle, para ver
qué era ella, agarró una silla y se sentó, todo mientras me miraba fijo. Cuando
acerqué una silla lentamente para sentarme enfrente se movió como para irse y grite:
“¡No! No te vayas, quiero hablar con vos”. Y se quedó ahí sentada.