En mi casa,
suceden cosas: se escuchan ruidos, se mueven cosas, hasta sentí que me rozaban
cuando estaba en mi cama tranquilo. Un día estaba en mi casa a la noche,
tranquilo, tomando un café con leche con mi vestimenta de entrecasa, cuando de
repente escucho que apluden a mi puerta; dejé de hacer lo que estaba haciendo
para ver quién era el que llamaba. Abro la puerta y no había nadie, me vino al
cuerpo una sensación de miedo, no sabría cómo llamarlo. Después de eso, volví a
hacer lo mismo que estaba haciendo y me puse a leer un libro para calmar mi
cabeza.
Pasaron unos
días, vuelvió a pasar lo mismo. Yo con miedo, no tenía ni ganas de dormir, de
estar en mi casa… Cuando cerré la puerta miré hacia atrás y vi una figura
extraña, como la de una nena, pero endemoniada, como con extensiones en su
cuerpo, que me causó mucho horror, y desapareció rápido, justo la alcancé a
ver. Ahí es cuando llamé a mamá para que viniera y me acompañara unos días en
casa, porque no era lindo estar sólo.
Los días que se
hospedó mi madre en casa no pasaba absolutamente nada, según ella; pero yo
seguía escuchando ruidos, veía que se movían cosas, como de costumbre. Ella se fue
prontamente, feliz de verme y triste al despedirse, le cierro la puerta como
sabiendo, miro atrás y estaba de nuevo la niña que había visto anteriormente,
pero esta vez se quedó ahí, no desapareció como las veces anteriores. Estaba
parada, mirándome fijamente, cuando me quiero acercar para hablarle, para ver
qué era ella, agarró una silla y se sentó, todo mientras me miraba fijo. Cuando
acerqué una silla lentamente para sentarme enfrente se movió como para irse y grite:
“¡No! No te vayas, quiero hablar con vos”. Y se quedó ahí sentada.
Con miedo la
saludé, me respondió con una voz que no parecía de este mundo, entonces le pregunté
porqué me molestaba, porqué no me dejaba dormir, porqué no me dejaba tranquilo
en mi propia casa, ahí fue cuando empezó a contar una historia tenebrosa que le
había pasado a ella, cuando estaba viva.
-Yo me siento sola-dijo triste-,
quiero jugar con alguien, nueve años y nunca tuve un amigo, siempre estuve sola,
además mis papás no me dejaban salir a jugar con otros niños del barrio por
cuestiones de seguridad. Un día, estaba sentada yo acá en tu casa, cuando un
ladrón entró con un revólver, me llevó para el sótano y me dejó ahí, escuché los
gritos desgarradores de mis padres siendo asesinados, solamente lloraba con mi
muñeca en mis brazos, y luego me senté en un rincón a que vinieran a buscarme.
Esperé dos o tres días ahí abajo, con hambre, con sed, cuando al fin vino
alguien, era el mismo tipo pero con unos amigos suyos. Me atraparon, me golpearon,
me abusaron, me dejaron tirada ahí. Después me sacaron las piernas y me las
pusieron por encima de la cabeza, como si fuera un demonio, no sé si
entenderías. Más tarde me enterraron en tu patio, no dejaron rastro alguno de
mí. Si no me crees porqué no venís a buscarme, hay algo para vos.
-¡No! No te vayas, quiero
preguntarte…
Hice lo que me pidió,
me puse una ropa vieja y empecé a buscar. La busqué y la busqué hasta que al
fin la encontré. Estaban los huesitos, recordé que había dicho que había algo
para mí, pero no vi nada. Fui a la policía a declarar lo que había encontrado
en el patio de mi casa, pasaron días hasta que vinieron a ver. Se llevaron
todo, quizá a un cementerio, como si fuera basura. Desde ese día ya no pasaba
nada, no veía cosas extrañas, estaba tranquilo, hasta que unos meses después
apareció de nuevo. Yo estaba en mi cama leyendo un viejo libro, se apoyó en la
cama, me acarició la cabeza, me agradeció.
-Ven, tengo algo para vos.
Me llevó hasta
el sótano, hasta un rejunte de papeles que había apilados, luego despareció
instantáneamente. Busqué en cada papel algo relacionado a ella, se llamaba
Patricia Alfjovik, la fecha: 14 de junio de 2003. Y ese día era 14 de junio,
pero de 2030. Que descanse en paz.
Martín Benítez
ES.47 – 4ºA - 2017
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