La casa de té


    Elvira cumplía años ese día, se sentía feliz, estaba emocionada, había esperado ese momento con mucha ansiedad, todo era perfecto. El cumpleaños se iba a festejar en La Casa de Te junto a su familia y amigos. Lucía hermosa ese día, cálida, luminosa. En el centro del salón había una gran mesa vestida con un mantel blanco, había teteras, tazas, azucareras y cucharitas, entre bandejas de macitas y deliciosas tortas.
    Poco a poco el salón se fue llenando de voces. Las charlas se fueron sucediendo entre tazas de té y el tiempo fue pasando. De repente la luz se hacía cada vez más tenue, y un sector de la sala se iluminó. Los invitados vieron sorprendidos a una persona allí parada. Algunas exclamaciones se escucharon, nadie esperaba la presencia de un mimo.
    La actuación empezó por medio de gestos y con movimientos de su cuerpo describía diferentes escenas de la realidad ante la mirada atenta del público, en total silencio.
    El mimo detuvo su actuación, ya que se escuchó un ruido, su cara se estremeció al ver a aquel muchacho parado en una de las entradas del salón con un enorme ramo de flores que sostenía entre sus brazos. El joven avanzó en dirección a Elvira, su paso era decidido y firme, debía cumplir la entrega de la florería.
El mimo permanecía inmóvil, presentía con miedo que algo iba a suceder. Pasó lo que tenía que pasar.
    El olor a flores le provocó una alergia, le empezaron a llorar los ojos y le atacó una tos incontrolable, nadie podía ayudarlo. Se le empezó a arruinar el maquillaje, y en su intento por huir rápido al aire libre chocó contra una persona que venía trayendo el pastel. El mimo cayó sobre la mesa principal, las tazas y teteras al caer se rompieron en mil pedazos, se escucharon gritos, Elvira parecía asustada, todo era un desastre.
    Un rato después en el aire libre del patio el mimo se quedó sentado pensando en aquel momento que pudo haber evitado para no arruinar un cumpleaños perfecto.

Gabriel Gutiérrez
ES. 47 - 4to A

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