Luca vivía en un intenso aire de violencia. En su caja sólo se escuchaban los maltratos de su padre hacia él. El piso lleno de sangre, saliva y vidrios rotos. Luca siempre estuvo sólo, tuvo la gran fortuna de ser adoptado por una familia de golpeadores. Los puños de ellos equivalían a millones de metales golpeando sin sutileza su pobre cuerpo.
Porque, sólo era un niño cuando todo comenzó.
Su padre empezó a beber,
una o dos copas al día, inevitablemente, la adicción a ellas era su modo de salvación, como decidió
llamarlo, muy pocas veces se encontraba sobrio. Y cuando solía hacerlo, el de
cabellera rubia jamás estaba.
Debido a esto, su padre
nunca logró ver lo mucho que lastimaba a su hijo, y eso era lo peor de todo. El
niño lloraba, pataleaba, pero ni se inmutaba por nada. Estaba completamente
embobado, perdía la noción del tiempo, olvidaba que el de ojos azules
era su hijo adoptivo.
Como consecuencia de
esto, Luca trataba de pasar el mayor tiempo afuera, no quería volver a su casa,
sabiendo que su abusador se encontraba allí.
Con el tiempo fue
creciendo, la inseguridad lo invadía, perdía poco a poco su confianza y el
propio amor que había sembrado hacia él mismo. A pesar de todo lo que su padre
hizo no podía odiarlo, no podía sentir el rencor, y ni siquiera sabía por qué.
Y de a poco entendió la razón. Orgulloso de sí mismo, se atrevió a seguir
viviendo de esta manera. Las heridas eran frecuentes en su cuerpo, moretones
tan violetas que provocaban preocupación en sus amigos. Él ignoraba todo, sólo
sonreía. No se percató que, él en realidad estaba llorando. Porque ya no
deseaba seguir así. Su simple sonrisa falsa le irritaba. Pero un día se atrevió
a desenmascarar a su padre, que todo el mundo supiera que clase de persona era,
no lo hacía por odio ni rencor. Sólo quería ayudarlo, y esta era la única
manera. Sacó a su padre de su casa, recibió cortadas. No imaginó que aquel
hombre le tiraría la botella en su cara. Con sus frágiles brazos empujó al
hombre, cayendo en la calle. Para su mala suerte nadie se encontraba en ella,
nadie lo salvaría. El grande se levantó algo mareado y se acercó al joven que
sólo tenía para temer y llorar. ¿Cómo no sentir miedo si se acercaba con malas
intenciones? Alzó su mano, dispuesto a defenderse. Luca cerró los ojos un
momento, y como si de lluvia se tratara, millones de recuerdos lo invadieron.
Su padre en cada uno de ellos, golpeándolo con platos y utensilios, los
insultos de su parte y ese típico tono fastidiado en todo. Sin embargo, el
golpe que esperaba nunca llegó, vio lentamente a su padre tirado en el suelo
por la borrachera. Se dirigió a su cuarto, se acostó en su cama y sólo
descansó, no lloró ni lo odió. Porque nadie estaba para él cuando lo
necesitaba. Porque nadie estaba cerca cuando la lluvia se acercaba. Porque él
también tenía su tono fastidiado. La esperanza no existía, las personas viven
en falsedad. Porque la tormenta ya se había desatado en él.
El 3 de agosto un joven
de cabello rubio, ojos azules y tez morena, cubrió su corazón roto con la
tempestad de la vida, la única que siempre prevalecía, aquella intensa
tormenta.
ES.47 - 4º B - 2018
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